sábado, 13 de mayo de 2017

Escapada a París

Torre Eiffel

Estuve en París hace muuuchos años. Fue un viaje muy diferente, recorriendo Europa en coche con amigas, y solo estuvimos en París un par de días, lo justo para visitar El Louvre, la Torre Eiffel y alguna discoteca.

Así que, habiendo tantos lugares que descubrir en el mundo, París quedaba descartado porque ya "lo conocía".

Falso. Este viaje ha sido como visitar París por primera vez, con ojos adultos, con esa apreciación de las cosas que se adquiere con los años.



Sacré Coeur
Fue un impulso. Recibí una tentadora oferta de vuelos y, al mismo tiempo, vi un programa de televisión dedicado a París que me encantó. Quería "volver".

El París que descubrí no tenía nada que ver con el que yo creía conocer. Fue amor a primera vista, pese a que hacía mucho frío y no iba preparada para ello.

Place de la Concorde

Aún así, me pateé la ciudad y disfruté de todos sus rincones respirando belleza, bohemia y aires de libertad a pesar de la situación de alerta permanente en que se encuentra la capital francesa.
La vigilancia es extrema, pero no lo notas, tanto parisinos como turistas se mueven con tranquilidad por todas partes.


Museo del Louvre
Si vives en una gran ciudad, París no tendrá ningún misterio para ti (y si no, yo creo que tampoco), todo está muy bien organizado y claramente indicado, y si te despistas, pues preguntas.

Mi idea sobre los franceses también ha cambiado: no son tan chovinistas como creía; son amables, supereducados, muchos hablan inglés y chapurrean el español y siempre están dispuestos a ayudarte y dedicarte una sonrisa.

París es una ciudad fácil para moverse. Yo, que soy un desastre con los mapas, me manejaba sin problemas como una parisina más.


Notre Dame

Debía tener tal aire de seguridad que hasta me paraban por la calle para preguntarme direcciones, dónde estaba el metro y esas cosas jajaja!

Desempolvé mi francés del bachillerato y ellos agradecían el esfuerzo y acabábamos hablando de Barcelona y de los parientes que tenían aquí o allá.
Me encantaba oírles hablar, el francés me parece un idioma precioso. Pero a lo largo del día, entre locales y turistas, acababa hablando francés, inglés, español e incluso catalán; llegaba un

Moulin Rouge
momento en que se producía una especie de cortocircuito idiomático en mi cerebro y ya no sabía en qué lengua hablaba, pero era divertido.

En próximas entradas iré contando con más detalle y centrándome en lo literario. Pero una cosa tengo clara: no tendrán que pasar treinta años más para que vuelva a París.

Más fotos en Facebook.

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