martes, 26 de mayo de 2015

Escritores rápidos, escritores lentos


Corre por Facebook un desafío entre colegas escritores que se proponen escribir una novela en tres meses. Supongo que algo bueno puede salir de eso ya que todos  ellos son  escritores experimentados, pero me temo que el entusiasmo se contagie y les imiten otros que creen que pueden escribir un libro porque su PC se lo permite y ellos son capaces de poner una frase detrás de otra y hacerlo durante 300 páginas, aunque el resultado sea lamentable, y luego además lo publiquen, lo que no favorece mucho a los esforzados y serios autores que se dejan los dedos y la vista durante meses y meses para crear una obra digna.

Y conste que con esto no quiero criticar a los  compañeros que se han unido al desafío, solo me sirve de introducción al tema de escritores rápidos, escritores lentos, ya que, curiosamente, también se habló de ello en el último programa de Pagina 2.

Parece ser que la culpa de todo la tiene Stephen King que en su libro, Mientras escribo, dice que en tres meses se puede escribir el BORRADOR de una novela, lo que a mi entender significa que luego te puedes pasar otros tantos meses o más corrigiendo.


Sé que otros escritores lo han hecho y lo hacen, incluso en menos tiempo. Dostoyevski escribió El jugador en una semana para pagar deudas. Y Jhon Boyne dice que escribió El niño con el pijama de rayas en un fin de semana febril. Hay muchos autores más, pero quede claro que siempre hablamos del primer BORRADOR.

En el otro extremo están los autores que se toman su tiempo para concluir una novela: A Víctor Hugo le llevó unos quince años terminar Los miserables, casi lo mismo que a Tolkien poner el punto final a El señor de los anillos; diez años tuvo Margaret Mitchell entre manos Lo que el viento se llevó, que además fue su única novela; y cinco estuvo Flaubert enredado con su Madame Bovary.


Los resultados, en ambos casos, demuestran que ni lo uno ni lo otro es mejor ni peor. Supongo que es más cuestión de habilidad, dedicación, disciplina y otras contingencias que se puedan presentar en el proceso.

Por mi parte, debo decir que soy más bien lenta; tardo un año más o menos en tener lista una novela. Los motivos son varios: le doy muchas vueltas en la cabeza antes de decidirme a empezar; no soy muy disciplinada :/ me tienta más una juerga que pasarme horas en casa encerrada escribiendo... y reviso hasta la saciedad, nunca sé cuando debo parar, siempre me parece que se puede mejorar algo.
Además, me ocurre como con la lectura: quiero disfrutar con la historia, recrearme, no deseo ir deprisa, nadie me persigue.

Y esto es todo, amigos. Hasta la semana que viene.

lunes, 18 de mayo de 2015

Últimas lecturas

Cada vez leo menos, pero cada vez leo mejor.
Quiero decir que me entretengo mucho más con cada libro, me recreo en su lectura, me fijo en cada frase, enriquezco mi vocabulario, aprendo.

También es verdad que le dedico menos tiempo, y eso tampoco es malo, porque el que le quito lo empleo en escribir, revisar, hacer nuevos planes y llevarlos a cabo, en resumen: en vivir, para tener historias que contar.
No puedo leer en cualquier parte ni en cualquier momento, necesito concentración, por eso leo casi exclusivamente de noche, en la cama, cuando estoy tranquila y relajada. Me he convertido en una sibarita de la lectura :)

Y los últimos libros que he leído son:

Palmeras en la nieve, de Luz Gabás. Una novela que descubrí en Amazon y que ha obtenido un gran éxito, tanto en papel como en ebook, por lo que sentía curiosidad por leerla.
Me pareció interesante el tema colonial visto desde la perspectiva de los colonizadores y los colonizados. Creo que no sabemos mucho de la presencia de España en Guinea.
La novela tiene todos los ingredientes para resultar atractiva: exotismo, aventura, amor, cierto misterio...
Al principio se me hizo algo pesada y me costó entrar en la historia. Tiene partes interesantes, pero se me ha hecho un poco larga.


La dama del perrito, de Anton Chejov. Narra la relación amorosa y adúltera de un banquero ruso y una misteriosa dama. La leí hace un par de meses y no la recuerdo muy bien, pero creo que me supo a poco y me dio la impresión de historia inacabada. No sé, cuando entras en situación, se termina.



Escullida pel Déus, de Mª Carme Roca. Una escritora catalana con cincuenta libros publicados, amiga y vecina, por más señas.
La novela nos sitúa en la Ampurias griega y se centra en la lucha de varias mujeres por sobrevivir en una sociedad que no se lo ponía nada fácil. A pesar de ser novela histórica está escrita de forma sencilla y amena. Recomendable para los amantes del género, así como otros libros de la misma autora.


Pequeñas infamias, de Carmen Posadas. Debo confesar que con esta autora me han podido los prejuicios, ya sabéis, la beautiful people y esas cosas... y hasta ahora no me había animado a leer nada de ella. Pero lo cierto es que me ha sorprendido gratamente. Escribe muy bien, con un lenguaje cuidado, humor y suspense, además de tratar la narración de un modo original. La he disfrutado.

El arte de escuchar los latidos del corazón, de Jan Philipp Sendker. Todo un descubrimiento. Lo encontré en la biblioteca por casualidad y me gustó el título, luego me gustó la sinopsis y me atraparon las primeras páginas. Todavía lo estoy leyendo.
Narra la historia de Tin Win, un birmano que reside en Nueva York con su familia americana y un buen día desaparece misteriosamente. Su hija viaja a Birmania para encontrarle y reconstruir su pasado, del que saben muy poco.
Una narrativa exquisita y llena de sensibilidad.

Y aquí lo dejamos por hoy. Hasta la próxima semana.

¡Sed felices!



viernes, 8 de mayo de 2015

El punto final

Muchos escritores dicen que cuando le ponen el punto final a una novela se sienten tristes, vacíos. Yo, por el contrario, siento una gran satisfacción; he creado una historia, unos personajes, y todo ello ha dejado de pertenecer al mundo volátil de la imaginación para convertirse en algo tangible: en un libro. Físico o virtual, leído o no, pero ahí está, y existe porque yo le he dado vida :)

Soy escritora de brújula. Cuando empiezo a escribir una novela solo sé de qué irá el tema. La novela que acabo de terminar iba sobre una actriz española que triunfaba en Hollywood, ¿cómo lo iba a conseguir? ¿cómo transcurriría su vida? hasta que no lo escribiera no lo sabría. Y eso es lo que me divierte, lo que me apasiona de escribir;  es como si yo misma estuviese leyendo una novela y no pudiera parar porque necesito saber lo que pasará después, cómo terminará la historia.

Por eso, probablemente, me siento satisfecha cuando le pongo el punto final: porque ya sé cómo
termina, y además, desaparece la ansiedad del trabajo inacabado, de las ideas en el aire o anotadas con prisa en una libreta temiendo que se pierdan.

Ahora, con más calma, toca corregir, eliminar, añadir, ver que todo concuerde. Otro trabajo denostado por muchos pero que a mí me encanta. Es como tener un primer esbozo de una escultura y empezar a pulirla hasta convertirla en algo  bello y perfecto.

Pero eso será más adelante. Ahora hay que dejarla reposar para retomar la revisión con objetividad, con los ojos críticos de un lector exigente, capaz de detectar el menor error.

Entretanto, estoy ultimando los preparativos para publicar una novela de la que ya os hablé hace un tiempo: El caparazón de la tortuga, un thriller psicológico protagonizado por dos escritores. Algunos amigos me están ayudando con la elaboración de la portada mientras yo le doy un último repaso. Y en breve estará disponible en Amazon.

Por supuesto,anunciaré su publicación a bombo y platillo y espero que sea un éxito.

¡Buen finde para todos!

(Fotos en recuerdo de Jimmy)



sábado, 2 de mayo de 2015

Nepal, siempre en mi corazón

Swayambhunath

Todos nos sentimos impactados cuando nos llegan noticias de catástrofes que han causado muertes y sufrimiento a un gran número de personas, pero si eso ocurre en un país que conoces y que amas, todavía resulta más duro.

Nepal y sus gentes no merecen lo que les ha ocurrido. Mis amigos y conocidos están bien, pero me duelen igual los miles de muertos, los seres humanos que han perdido a sus familias, sus casas, sus exiguas pertenencias. Me duelen esos templos derruidos, Patrimonio de la Humanidad, con muchos siglos de historia, entre los que paseé, que admiré, que fotografié y que hoy se ven reducidos a escombros.

Durbar square, un conglomerado de templos del siglo XII en el corazón  de Katmandú, ya no existe; tampoco los conjuntos arquitectónicos de Patan o  Bhaktapur, lugares únicos en el mundo que eran un reclamo turístico y fuente de ingresos para uno de los países más pobres del mundo.
Durbar square

Me siento en deuda con Nepal. Dicen que Asia te cambia por dentro, y es cierto. Sobre todo cuando tienes la oportunidad de convivir con su gente como lo hice yo durante dos meses; almas sencillas, acogedoras, nobles, dignas en su pobreza, y siempre con una sonrisa en los labios ofreciéndote lo poco que tiene.

De buena gana volvería allí para ayudarles en lo que pudiera, pero lo que necesitan son profesionales, medicinas, comida, agua, viviendas... Lo único que puedo hacer es ofrecerles una modesta ayuda económica, y os pido que hagáis lo mismo en la medida en que podáis. Os dejo aquí un enlace de ONGs y entidades que tienen cuentas abiertas para ayudar a Nepal, pero hay muchas más; elegid la que prefiráis pero no les olvidéis, yo no lo haré.
Ayuda a Nepal

Namaste.



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