miércoles, 18 de mayo de 2016

Reflexiones y desvaríos: escritores y lectores en la era de Internet


Antes de que Internet se impusiera en nuestras vidas un escritor era un ser inaccesible, admirado en la distancia, como las estrellas de Hollywood. Vivía en su mundo, escribiendo para lectores sin rostro ni nombre, y solo abandonaba su retiro y se acercaba a los humildes mortales en contadas ocasiones como el Día del Libro; a lo sumo se "humanizaba" ligeramente a través de alguna entrevista en prensa o televisión que lo mantenía igual de inaccesible y alejado de  su público.

Ni siquiera necesitaba tener don de gentes porque no debía convencer más que por sus obras, es más, si era raro, solitario y escurridizo, mejor que mejor, eso alimentaba la imagen fascinante del escritor maldito. Y las únicas críticas que llegaba a conocer (y que podían preocuparle) eran las de los gurús literarios o críticos profesionales.


Internet trajo muchos cambios a nuestra sociedad, entre ellos, los que afectaron y afectan a escritores y lectores, lo que en general es bueno, pero a veces no tanto.

Ser escritor ya no es mágico ni misterioso, ni siquiera es elitista. Hoy cualquiera puede escribir un libro y publicarlo, incluso venderlo y hacerse con una legión de fieles lectores. De hecho, es una de las  tres consignas vitales (que a saber quién se inventó porque se le atribuye a distintos personajes): "plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro", y parece que la inmensa mayoría de la humanidad está dispuesta a cumplir con las tres.


La democratización de la literatura ha beneficiado tanto a escritores como a lectores, pero también ha forzado a los primeros a abandonar su confortable retiro y no solo a acercarse a sus lectores sino también a convencerlos (la oferta es infinita y el lector caprichoso), a ser buenos relaciones públicas y mejores vendedores, a caer simpáticos y demostrar que lo del "ego" es una leyenda urbana y él/ella es una persona de lo más cercana y sencilla.

Ahora quien está en la cúspide de la pirámide es el lector, el crítico que puede convertir una novela en un éxito o relegarla  al olvido es el lector, y los escritores lo asedian, lo persiguen, lo adulan...



Los tiempos han cambiado, ¡y mucho!


De críticas y de  escritores que lloriquean, que se enfadan ante un mal comentario y que hasta llegan a retirarte el saludo hablaremos otro día...





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