viernes, 30 de enero de 2015

Kafka en la orilla, de Haruki Murakami


En ocasiones he comentado que no acababa de gustarme Murakami, dicho sea con todos los respectos y el reconocimiento hacia un autor de su talla. Pero como para gustos son los colores, puedo opinar y opino: nunca me he sentido identificada con sus personajes ni me han llegado a atrapar sus historias.

Ahora, sin embargo, después de haber leído Kafka en la orilla, tengo que retractarme y decir que me ha encantado. Me ha parecido una historia llena de magia, ternura y originalidad.

En la novela se desarrollan dos historias paralelas que acabarán confluyendo en un punto común: la de Kafka Tamura, un chico de 15 años que se escapa de su casa, y la de Nakata, un hombre con retraso mental a causa de un extraño accidente sufrido en la infancia, pero con otras capacidades muy especiales, como la de hablar con los gatos y la de hacer ciertas predicciones.
Haruki Murakami

Tamura vivirá una especie de viaje iniciático que lo llevará a refugiarse en una curiosa biblioteca, al sur del país, donde conocerá a Oshima (que no es ni hombre ni mujer), y a la señora Saeki, de la que se enamorará.

Nakata, por su parte, emprende el mismo camino empujado por el deseo de cumplir una misión que él mismo desconoce, y recibirá la inestimable ayuda de Hoshino, un joven camionero que no entiende nada pero que se siente fascinado por el anciano, formando ambos una entrañable pareja.

El libro está lleno de metáforas, de pensamientos filosóficos y de apuntes culturales; a veces roza el absurdo, y tiene momentos surrealistas y de una ingenuidad que te hace sonreír.

El mejor consejo para leerlo es dejar el sentido común afuera, abrir la mente y disfrutar.





jueves, 22 de enero de 2015

La autodisciplina del escritor


Una de las primeras cosas que digo y repito hasta la saciedad en mis talleres de escritura es que si queremos ser escritores tenemos que ser disciplinados e imponernos un tiempo de trabajo diario que acabe convirtiéndose no solo en una rutina, sino en un hábito del que no podamos prescindir.
Para ello necesitamos marcarnos un horario y cumplirlo a rajatabla.

Supongo que la mayoría de vosotros estará de acuerdo con esta afirmación. Es lógica y razonable, además de muy bonita, en teoría...

Pero (tenía que haber un "pero") resulta que el escritor normalmente es su propio jefe, no hay nadie que lo vigile ni le diga lo que debe de hacer, que controle sus horarios o le dé un "toque" si no cumple con el trabajo. Por lo que a veces es necesaria una férrea voluntad para aislarse del mundo y sentarse ante el teclado durante horas.

Yo, cuando no cumplo con esa obligación que me he autoimpuesto me siento culpable y disgustada
conmigo misma. Tengo la sensación de que un día sin escribir es un día perdido... Aun así, debo confesar que llevo meses sin escribir.

Empecé a escribir una nueva novela a principios de verano, y en algún momento decidí darme vacaciones porque se me hacía muy cuesta arriba encerrarme a escribir con el calor, la luz del sol y la vida que bullía afuera. Después me fui de vacaciones unos días, y a mi regreso no sé qué pasó. El caso es que no he retomado la novela.

No es un problema de bloqueo, la tengo completa y clara en mi cabeza. Pero un día tras otro he encontrado alguna excusa, he estado ocupada en otras cosas, se han producido distintos acontecimientos, además de dominarme un cierto desencanto por las dificultades con las que nos encontramos para publicar. En algún momento me he llegado a preguntar si merecía la pena seguir escribiendo, a pesar de que es lo que más me llena, y  que al no hacerlo, me siento mal.

Y ahora me confieso porque siento que ha llegado el momento de volver, de meterme de lleno en la historia y convivir con mis personajes por una larga temporada. Lo que estoy segura que me llenará de satisfacción.

Siempre lo he dicho: la vida del escritor es dura. Y no solo por el esfuerzo que requiere escribir una novela sin apenas compensación (material) a cambio, sino también por momentos terribles como este, cuando se siente el vacío, la falta de energía para seguir adelante.

miércoles, 14 de enero de 2015

Hábitos de lectura

Con el inicio del año se suceden las estadísticas de todo tipo, y entre ellas se cuentan también las de los hábitos lectores de los españoles.

No hay nada nuevo bajo el sol:
1- España sigue siendo uno de los países en los que menos se lee (a pesar de ser en el que más se piratean los libros).
2- Leen más las mujeres que los hombres.
3- Y en contra de lo esperado, sigue predominando el gusto por el libro impreso por encima (y a mucha distancia) del libro digital.

Será cierto que los españoles nos resistimos a los cambios y siempre vamos con unos años de retraso en todos los terrenos.

Quizá los más jóvenes discrepen, pero la realidad de las estadísticas muestra que  la gran mayoría de lectores sigue prefiriendo coger un libro, pasar sus páginas y guardarlo en una estantería, aunque ya no le quede sitio.
Yo misma sigo prefiriendo un libro impreso, aunque tampoco le hago ascos a las ventajas económicas y la comodidad que supone en ocasiones un libro digital.

En mi experiencia personal como escritora puedo afirmar que mis lectores y lectoras prefieren con mucho el libro en papel. Si publico un ebook en Amazon muchos me preguntan  que cuándo lo sacaré en papel y me dicen que prefieren esperar. A los lectores, además, les gusta asistir a las presentaciones y llevarse el libro firmado, y a mí también me encantan esos actos y la relación directa que se establece con el lector.

Y en este punto aprovecho para recordar que en Amazon también se pueden comprar libros impresos y se reciben en el domicilio en dos o tres días,  con un precio casi siempre inferior al de las librerías convencionales ;)

Así que creo que hoy por hoy, el libro impreso no va a desaparecer, como auguraban algun@s cuando se inició el boom del ebook. En todo caso, si tiene mala salud en estos momentos no es achacable al ebook, sino a otros factores sobradamente conocidos por todos.

Como quiera que sea, en papel, en ebook o en papiro, leed y disfrutad.

¡Hasta la próxima semana!


viernes, 2 de enero de 2015

365 oportunidades para disfrutar de la vida

Cuando un año acaba regular (en mi caso por algún problemilla de salud), tienes la sensación de que todo el año ha sido malo. Una percepción que no sería exacta ni justa por mi parte.Y para convencerme de ello, quiero darle un pequeño repaso al 2014 antes de entregarme en cuerpo y alma a este 2015 del que me gusta hasta el número y que me ofrece 365 oportunidades para ser feliz, o cuando menos, para seguir disfrutando de la vida.

Veamos: El 2014 ha tenido para mí dos cosas malas: la pérdida de mi entrañable y precioso gato Jimmy en el mes de agosto y el problema que afecta a mis ojos y que está en vías de solución (espero).


Todo lo demás ha sido bueno: publiqué un nuevo libro, Nepal, cerca de las estrellas; pasé unas vacaciones estupendas en Malta; mi hijo se ha estabilizado en su trabajo y en su vida personal (si lee esto dirá que por qué ando yo hablando de él pero es que también es parte de mi vida); y he intentado disfrutar cada día de las pequeñas cosas cotidianas.

No tengo PROPÓSITOS que cumplir en el 2015 porque ya voy al gimnasio, no fumo y llevo una vida más o menos sana. En todo caso, mis propósitos serían los mismos de hace años y trato de cumplirlos de una forma continuada para ayudar así a que se cumplan mis DESEOS, que no son otros que seguir escribiendo, publicar un nuevo libro, hacer otro viaje estupendo y que mi gente esté bien.



Pienso levantarme cada día con una sonrisa y cantando aquella canción de Serrat que decía "hoy puede ser un gran día, date una oportunidad". Os dejo el vídeo y os recomiendo prestarle atención a la letra porque no tiene desperdicio.


Feliz año a todos y que se cumplan vuestros deseos.


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