sábado, 14 de enero de 2023

Adiós a mi querido Gaspar


Esta Navidad ha sido muy especial para mí. He conocido a mi nieto Liam que nació en Noviembre y he podido disfrutar de unos días maravillosos en familia en Civitavecchia, Italia, que es donde vive ahora mi hijo.

Pero la vida siempre nos da una de cal y una de arena, mientras Liam se abría a la vida, Gaspar, mi gato de acogida, nos dejaba.

Desde hace un par de años colaboro con una colonia felina en la Universidad de Barcelona. Gaspar era uno de los gatos de la colonia y llevaba muchos años viviendo felizmente en ella. Era un gato muy especial, todos los voluntarios y los estudiantes lo querían porque era muy cariñoso y bueno. Pero los  años pasan y llegan los achaques de la vejez; Gaspar tuvo que ser operado y necesitaba un hogar confortable y calentito para pasar la convalecencia y vino a mi casa.


Fue amor a primera vista. Gaspar nunca se cansaba de recibir caricias, las pedía constantemente, y yo que soy una enamorada de los gatos, como todos sabéis, encantada de dárselas. Se recuperó de la operación y cobró el aspecto de un gato sano y feliz que se tumbaba al sol, se apoderó de mi sillón de lectura y venía a reclamar mi atención en cuanto veía que yo me sentaba en el sofá. Mi última novela la escribí con él acurrucado a mis pies.


Pero llegó Liam, que nos llenó de felicidad a todos y yo no veía el momento de viajar a Italia para
conocerlo y tenerlo en mis brazos. Y entonces la infalible Ley de Murphy se cumplió una vez más: justo el día antes de mi partida Gaspar se puso malito y hubo que llevarlo al veterinario de urgencia. Parecía una falsa alarma, le hicieron pruebas y no encontraron nada preocupante, volvió conmigo a casa y yo salí de viaje dejándolo al cuidado de una vecina y compañera de la asociación que siempre se ocupa de él cuando viajo.


Sin embargo, ya en Italia, las noticias que me llegaban de Gaspar no eran buenas: hubo que ingresarlo en la clínica veterinaria y tras varias pruebas supimos que su estado era grave y hubo que dormirlo para siempre para que no sufriera más.


Cuando llegué a mi casa y la encontré vacía no podía dejar de llorar. Todavía espero verlo a mi lado sobre su mantita, escucho cualquier ruído y pienso que está ahí, me levanto por la mañana dispuesta a darle su desayuno antes que nada. Lo extraño mucho. Y lamento no haber podido estar a su lado para acompañarlo en su último viaje. Pero me consuela pensar que tuvo la mejor vida posible a pesar de haber nacido en la calle. Fue feliz en el jardín de la Universidad con los otros gatos y pasó sus últimos años recibiendo todo el amor del mundo en exclusiva, calentito, cómodo y feliz en mi casa.


Vuela alto Gaspar y saluda a Tito, Jimmy y Lluna. Cada vez
sois más allá arriba para velar por mí.

Os quiero.

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