lunes, 6 de agosto de 2018

Navegando por el Báltico: San Petersburgo

Palacio y jardines de Peterhof

La escala en San Petersburgo era una de las que más ilusión me hacía de todo el crucero. Llevo años queriendo visitar Rusia, ahora solo me queda pendiente Moscú, algún día caerá.

El museo del Hermitage
Todos los cruceros se detienen en San Petersburgo dos días. Es lógico, teniendo en cuenta que la ciudad es muy grande y es mucho lo que ofrece al visitante, aunque tengas que verlo a golpe de pito, como ocurrió en nuestro caso. Parecía una comedia costumbrista parodiando un viaje turístico: autocar, parada breve para hacer fotos, otra vez autocar, nueva parada, más fotos, arriba de nuevo, y así durante dos días. Pero comprendo que es la única manera de hacerse una idea de la ciudad en tan poco tiempo. Pensándolo bien, quizá cuando vuelva a Rusia para visitar Moscú vaya otra vez a San Petersburgo; merece al menos una semana para disfrutarla con calma.

En realidad yo creo que los cruceros sirven para eso, para hacer una primera toma de contacto y volver con más tranquilidad a los lugares que más te hayan gustado.

La iglesia de la Sangre Derramada
Lo primero que vimos en nuestro recorrido fue el río Neva, desde allí pudimos contemplar la fachada del museo del Hermitage, la fortaleza de Pedro y Pablo con la famosa aguja dorada de su iglesia que se destaca sobre la ciudad desde muchos puntos, y otros edificios de gran valor histórico que se alinean a las orillas del río.

Debo decir que antes, durante y después del viaje estuve leyendo un libro de la desaparecida escritora catalana Montserrat Roig que se titula precisamente La agulla daurada, (la aguja dorada), un encargo que le hizo una editorial para que escribiera sobre el sitio al que fue sometido Leningrado (hoy San Petersburgo) por parte de los nazis durante la segunda guerra mundial, tres años terribles en los que los habitantes de la ciudad sitiada morían de hambre y frío a millares, contado a través de entrevistas con algunos de los supervivientes. Montserrat Roig combina entrevistas con apuntes históricos y sus propias vivencias y sentimientos en el tiempo que pasó en San Petersburgo recopilando información. Una obra muy recomendable.
Fortaleza de Pedro y Pablo 

Para mí era un aliciente más reconocer in situ lugares mencionados en el libro y acabarlo ya en casa, con una imagen mental clara de las calles,  palacios y monumentos.

Hicimos una rápida visita a la iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, uno de los monumentos más bellos de la ciudad. Se dice que lleva ese nombre porque en ese punto murió asesinado el zar Alejandro II.

Pasamos tres horas en el Hermitage visitando algunas de sus salas (dicen que para verlo entero se necesitaría una semana); aparte de las obras expuestas, me impresionó la grandiosidad y belleza de sus salones, las suntuosas lámparas, el oro que resplandece por todos los rincones... no pude evitar pensar en la penuria en la que vivía el pueblo en tanto los zares se rodeaban de lujos. Y eso ocurre en muchos sitios en San Petersburgo.

Estación de metro

El metro es otro punto de interés que no se puede dejar de visitar: palacios subterráneos decorados con columnas de mármol, lámparas esplendorosas y obras de arte en las paredes.

Otro punto destacable es el palacio de Peterhof y sus jardines, residencia de verano que hizo construir el zar Pedro I a semejanza de los jardines de Versalles; desde el palacio se pueden contemplar hermosas fuentes, escalinatas con estatuas doradas, zonas ajardinadas,  bosquecillos y caminos hasta donde alcanza la vista.
Medianoche en San Petersburgo



La visita a San Petersburgo terminó con un paseo en barco por el río Neva para admirar la ciudad y sus puentes desde otro punto de vista.
Como colofón final pudimos contemplar desde el barco la ciudad en la que nunca anochece del todo en verano.

¡Ah! Aquí no pasamos frío, pero el tiempo es muy variable y tuvimos ratos de sol e inesperadas tormentas en un visto y no visto.

Próxima escala: Tallinn (Estonia)






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