domingo, 23 de febrero de 2014

"Trucos" para atraer a las musas

La mayoría de escritores tienen ciertos "trucos" o rituales que les ayudan a ponerse en la disposición de ánimo necesaria para emprender su tarea:

Martin Amis tiene alquilado un despacho cerca de su casa al que acude a diario para cumplir con su breve jornada de trabajo (dos o tres horas) y después ya se siente libre para hacer lo que se le antoje el resto del día.

Murakami se acuesta temprano y se levanta a las cuatro de la madrugada para ponerse a trabajar durante seis horas. Por la tarde corre, nada, lee o escucha música.

Günter Grass, que recientemente ha declarado que no escribiría más debido a su avanzada edad,  leía y escuchaba música para relajarse antes de ponerse a escribir.
A Patricia Highsmith no le gustaba sentirse "obligada" a trabajar, por lo que lo hacía en la cama, con un cenicero al lado,  cigarrillos y una botella de alcohol...

Hemingway también era madrugador, se levantaba al amanecer,  se paseaba por su despacho a grandes zancadas y escribía de pie.

Stephen King también es madrugador y metódico, y se dice que durante un tiempo escribió en una autocaravana aparcada a la puerta de su casa para tener privacidad.

Scott Fitzgerald empezaba por tomarse una copa para relajarse. Hasta que llegaba a un punto en que la bebida le impedía escribir...

Isabel Allende, como es bien sabido, empieza a escribir cada 8 de enero y se aísla del mundo durante el proceso.

A Truman Capote le gustaba escribir en habitaciones de hotel y tumbado en la cama.

Agatha Christie, sin embargo, lo único que necesitaba era una mesa y una máquina de escribir.

Como veis, la característica común, en la mayoría de los casos, es disponer de un lugar  de trabajo, imponerse un horario y mantener una disciplina, porque, queridos y queridas, no hay trucos que valgan ni musas revoloteando a nuestro alrededor. Muchos escritores trabajan ocho  horas diarias, como todo hijo de vecino.
Y es que, mitos aparte, escribir y conseguir buenos resultados no es más que trabajo, trabajo y trabajo. Como bien decía Picasso: "que la inspiración te pille trabajando".

Lo cierto es que crearnos y mantener unos hábitos nos predispone y nos ayuda a concentrarnos.

¡Hasta la próxima semana!


domingo, 16 de febrero de 2014

Primeras lecturas del año


Empecé el año en compañía de Fernando Marías y su novela Todo el amor y casi toda la muerte. Disfruté con la magnífica prosa de Marías y su estupenda historia que es un "dos en uno": un thriller y una historia de amor, dos historias de amor, en realidad; dos épocas distintas, principios del siglo XX y principios del XXI con el único punto de conexión de un caserón que se asoma al mar desde un acantilado. El mar es uno de los grandes protagonistas de esta novela llena de nostalgia, cierta tristeza y algo de suspense. Muy recomendable.


Seguí con El escritor caníbal, de Julio G. Castillo, otro thriller en
un tono muy distinto al anterior en el que el autor se ríe de su propia sombra y invita a los escritores a hacer lo propio, que buena falta nos hace.



Mi siguiente lectura fue Bajo los tilos, de María José Moreno. Un bestseller en Amazon  publicado recientemente en papel por Ediciones B. Otra historia de amor con cierto suspense, escrita con maestría que atrapa desde las primeras líneas.





Ashia, la niña somalí, de Neo Coslado, es una
historia dura, basada en una realidad que no queremos ver pero que sabemos que está ahí. Sin embargo el autor no se regodea en detalles escabrosos y nos ofrece un relato lleno de sensibilidad y ternura, desde la mirada inocente de la protagonista.

Los enlaces llevan a los comentarios, más extensos, que publiqué en Amazon en su momento.


Y como Nepal despertó en mí ciertas necesidades espirituales, me llevé de la biblioteca Las zonas oscuras de la mente, de Ramiro Calle. No pongo en duda la buena intención del autor, pero a nivel literario es francamente malo, tanto que no pude terminarlo. Alguien debería asesorarle, ya que el hecho de que se trate de una obra divulgativa no implica que su calidad literaria sea ínfima.



Terminamos con La verdad de las mentiras, de Vargas Llosa. Un libro que reune 25 ensayos sobre novelas famosas y algunas interesantes reflexiones sobre el hecho de escribir. Con este libro me ha pasado un poco como cuando estudiaba psicología: me identificaba con todos los síntomas de todas las enfermedades mentales. En este caso, me apetece leer todas las novelas que menciona :)


¡Hasta la próxima semana! ¡Sed felices!




sábado, 8 de febrero de 2014

¿Promoción o autobombo?


Hay quienes critican que los escritores independientes estemos siempre publicitándonos en las redes sociales, proclamando nuestros éxitos a los cuatro vientos por pequeños que sean: "mi novela reseñada en tal blog", "nº1 en cualquier categoría de Amazon", "una opinión de cinco estrellas", "foto de mi libro junto al de Perez Reverte en tal librería", etc, etc...

Tanta loa y autobombo fomenta la idea de que los escritores tenemos un ego que no nos cabe en el cuerpo, que nos creemos tal o cual cosa, que somos cansinos. Pero, amig@s, os aseguro que esa parte de nuestro "trabajo" es la más ingrata para nosotros. El  marketing correspondería a las editoriales (que tampoco lo hacen, en la mayoría de los casos). Lo que está claro es que lo que no se ve, no existe, y si no existe no se vende.


¿Cómo se consigue si no que un producto llegue al público? ¿Que sea valorado de manera positiva por los consumidores? Machacándonos a publicidad, querid@s. En la tele, en los periódicos y revistas, en los paneles de anuncios de las calles. Y al final lo adquirimos porque nos han convencido de que es bueno y lo necesitamos.

No se puede vender un libro diciendo: "anda, comprame, por favor, que no he vendido ni uno en tres meses...", ni, como leí una vez, atónita, en FB: "¡Comprad mi libro, coño!".


Para mí, la promoción, es parte de mi trabajo diario, aunque me sienta hastiada, aunque a veces me de hasta vergüenza y ya no sepa qué decir. Pero he comprobado que si no estás ahí cada día, te hundes irremisiblemente en el pozo sin
fondo de los libros invisibles, olvidados y jamás vendidos.

El trabajo del escritor es duro, venderse uno mismo lo es mucho más. Y no podéis imaginar la ilusión, la alegría que supone cuando  tus esfuerzos se ven recompensados. A algunos les resulta más fácil, a otros les cuesta un poco más, para muchos es un empeño inútil. Y no sabemos por qué, nadie tiene la fórmula del éxito, es todo un misterio que unos libros destaquen y otros no, aunque sean del mismo autor. Pero ese es un tema del que hablaremos  otro día.






¡Hasta la próxima semana!




Visita mi página de Amazon, compra, lee :)

domingo, 2 de febrero de 2014

A vueltas con la autoedición

El baúl de Lola: A vueltas con la autoedición


A día de hoy la autoedición ya no es un fenómeno novedoso. Es una realidad en el mundo literario actual, donde la proliferación de pequeñas editoriales y plataformas digitales como Amazon permiten que el sueño de publicar y codearse en las estanterías, tanto físicas como virtuales, con escritores de renombre, sea una posibilidad real al alcance de muchos autores  y pese a quien pese.


Sin embargo, todavía hay suspicacias, menosprecio y desvalorizaciones por parte del mundillo, llamémosle, cultural, ya sean editoriales (que ni comen ni dejan comer), colegas escritores o blogueros supuestamente entendidos en la materia. He llegado a leer en algún sitio de Internet que los autopublicados son escritores fracasados, rechazados por las editoriales y a los que no les queda otra salida.
Friedrich  Nietzsche

Incierto tanto lo uno como lo otro, como demuestra el éxito obtenido por muchos de ellos, mientras que otros han optado directamente por la autopublicación, sin intentar siquiera llamar a las puertas de ninguna editorial.

Quizá algunos deberían recordar que escritores de la talla de Edgar Allan Poe, Alejandro Dumas, Mark Twain o Ernest Hemingway, entre otros muchos, se vieron forzados a recurrir a la autoedición en sus inicios. ¿Alguien puede decir de ellos que sean malos o fracasados?

También Nietszche, tuvo que costearse de su bolsillo la publicación de una cincuentena de ejemplares de su celebérrima obra, Así habló Zaratustra. Y hay cartas de Dostoievski dirigidas a sus amigos en las que les solicita una pequeña aportación económica para poder sacar a la luz alguna de sus obras. Sin olvidar a Marcel Proust, que sufragó la publicación de En busca del tiempo perdido y Por el camino de Swan tras ser desestimado en una editorial por el mismísimo André Guide.
Ernest Hemingway

John K. Toole, autor de la magnífica novela, La conjura de los necios, optó por una solución más drástica ante la imposibilidad de ver su obra publicada y se suicidó.

Ahora, afortunadamente, no tenemos que llegar a esos extremos; ni siquiera vernos abocados a sufrir una depresión, porque en la época en la que nos ha tocado vivir las cosas son bastante más fáciles y hay otras opciones.

Felicitémonos por ello y demos tiempo al tiempo que acabará poniendo a cada uno en su sitio.





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