sábado, 30 de marzo de 2013

El largo viaje

Katmandú
Barcelona, Roma, Estambul, Dubai, Katmandú... dos noches sin dormir, dos días de aeropuertos y cuatro aviones.

Cuando llegamos a Katmandú yo ya no sabía dónde estaba ni quien era, y me sorprendió oír gritar mi nombre en la oscuridad del aeropuerto, no podía haber muchas Lolas por allí. Era la familia de Dilip, nuestro anfitrión y  propietario de la Kanasugi English Boarding School, que venían a recogernos; él estaba en la escuela, en Tikapur.

Nos llevaron a cenar y después al hotel, y cogimos la cama con ganas tras la odisea del viaje, sin ver nada de Katmandú, que estaba sumido en la oscuridad por los diarios cortes de luz.
Katmandú

Por la mañana salimos a dar un paseo. El hotel estaba en el Tamel, el barrio más popular y turístico de la ciudad, y empecé a volverme loca con las tiendas, la ropa hippie a precios tirados, el tráfico de locura, y los innumerables templos y estupas por todas partes. ¡Estaba en Katmandú!

Por la tarde fuimos a cenar a  casa de Dilip y disfrutamos de la hospitalidad y el encanto de su familia, además de probar nuestra primera comida típica, superpicante pero buenísima.

Katmandú
Al día siguiente teníamos que coger un autobús para Tikapur, no olvidemos que íbamos a trabajar de voluntarios en la escuela.

Tikapur se encuentra en el extremo oeste del país tocando con la frontera de India. Hay unos 400 kilómetros de distancia y yo no podía entender que eso supusiera 18 horas de viaje... Tuve toda la noche para comprobar el por qué:  los autobuses son tartanas atestadas de gente y bultos que botan y se bambolean peligrosamente por las penosas carreteras como carromatos del oeste, y atraviesan la niebla en la oscuridad a 20 k/h con el ayudante del conductor caminando delante e indicando el camino...
Tikapur

Llegamos a las 7 de la mañana a Tikapur, tras otra noche sin dormir y con un frío de mil demonios. Dilip nos esperaba para llevarnos a la casa en la que viviríamos y después a la escuela, donde niños y profesores nos dispensaron un emotivo recibimiento y nos llenaron de flores.

Más tarde fuimos en comitiva al ayuntamiento para presentarnos al alcalde, nos hicieron fotos y una entrevista que saldría en el periódico local al día siguiente; dos voluntarios europeos en Tikapur era todo un acontecimiento.
Nosotros estábamos medio zombies, sin dormir y sin enterarnos apenas de nada. Hasta que por fin se apiadaron y nos dejaron ir a descansar.

Continuará...

lunes, 25 de marzo de 2013

Nunca digas nunca

katmandú
Cuando escribí Nunca fuimos a Katmandú no podía imaginar que en apenas cuatro años tendría que comerme ese "nunca" con patatas :) Lo cierto es que Katmandú no era más que un sueño de adolescencia y al escribir la novela había cerrado esa página. Nepal ni siquiera estaba entre mis destinos de posibles viajes.

Kanasugi E.B.School


Pero las circunstancias han venido a confirmar el leit motiv de la novela: el carpe diem. Y dan la razón a mis protagonistas, siempre dispuestas a dejarse sorprender, a apurar la vida y disfrutarla sin ponerse  limites, a desafiar los tópicos y lanzarse a la piscina.

Lógicamente, las motivaciones de hoy son muy distintas de las de entonces. En los años 70 Katmandú era exotismo, libertad, espiritualidad, el Sangri-la donde encontrar el sentido de la vida. En el momento presente significaba solidaridad con una escuela para niños sin recursos en una pequeña localidad situada en el extremo oeste del Nepal, el deseo de ayudar y de sumergirme en una cultura totalmente distinta, y también ¿por qué no? aventura. Y lo más excepcional de todo: compartir esa experiencia única con mi hijo Álvaro.

Con alumnos de la escuela
Todavía estoy conmocionada con todo lo que he vivido en estos dos meses; con la gente maravillosa que he conocido, tanto dentro de la escuela como fuera de ella; con su generosidad, con su filosofía de vida, con la belleza natural del país. Envidio a mi hijo que sigue allí, disfrutando de una manera de vivir que al principio me pareció muy dura, pero que pronto comprendí que simplemente era sencilla, descomplicada, y quizá,  más feliz que la nuestra.
En una fiesta tradicional
Poco a poco os iré contando. Son demasiadas emociones y sentimientos para volcarlos en un solo post.

De momento solo deciros que ya estoy aquí, pero mi corazón y mi mente siguen allí.

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